martes, 25 de enero de 2011

VISTA Y DIABETES

Quizás alguna vez haya oído que la diabetes produce problemas en la vista y que puede llevar a la ceguera. Las personas con diabetes tienen un riesgo mayor de quedar ciegas que las personas que no tienen diabetes.
Pero la mayoría de las personas que sufren de diabetes sólo padecen afecciones oculares menores. Depende de usted que un problema menor no se convierta en una más serio. Y, en el caso de que desarrolle un problema serio, existen tratamientos que a menudo ofrecen resultados satisfactorios si decide comenzarlos de inmediato.



Cómo funciona la vista  

Para comprender qué sucede con las afecciones de la vista, resulta útil saber cómo funciona el ojo. El ojo es un globo cubierto con una membrana externa resistente. La capa delantera es transparente y curva. Esa zona curva es la córnea, encargada de enfocar la luz y proteger los ojos.
Una vez que la luz pasa a través de la córnea, viaja por un espacio denominado cámara anterior (que contiene un líquido protector denominado humor acuoso), continúa a través de la pupila (un hoyo en el iris, la parte de color de los ojos) y, después, pasa a través de un cristalino que realiza un enfoque mayor. Por último, la luz atraviesa otra cámara (llena de líquido) que se encuentra en el centro del ojo (el cuerpo vítreo) y choca contra la capa más interna del globo ocular, la retina.
Al igual que una película en una cámara, la retina registra las imágenes que allí se enfocan. Pero a diferencia de una película, la retina además transforma esas imágenes en señales eléctricas, que el cerebro recibe y decodifica.
Una parte de la retina está diseñada para ver los detalles más sutiles. Esa zona diminuta con visión extra aguda se denomina mácula.
Los vasos sanguíneos que se encuentran en la retina y detrás de ella nutren la mácula. Los más pequeños de esos vasos sanguíneos son los capilares.

Glaucoma 

Las personas con diabetes tienen un 40% más de probabilidades de padecer de glaucoma que las personas que no sufren de diabetes. Cuanto mayor es el tiempo en que una persona sufre de diabetes, mayores son las probabilidades de que desarrolle glaucoma. Además, el riesgo aumenta con la edad.
El glaucoma aparece cuando se acumula presión en el ojo. En la mayoría de los casos, la presión provoca que el drenaje del humor acuoso se torne más lento y, como consecuencia, se acumula en la cámara anterior. La presión comprime los vasos sanguíneos que transportan sangre hacia la retina y el nervio óptico. Como consecuencia del daño producido en la retina y el nervio, se produce una pérdida gradual de la visión.
Existen varios tratamientos para el glaucoma. En algunos de ellos, se utilizan medicamentos para reducir la presión en el ojo y, en otros, se recurre a la intervención quirúrgica.

Cataratas 

Muchas personas que no padecen de diabetes sufren de cataratas, pero las personas con diabetes tienen un 60% más de probabilidades de desarrollar esa afección ocular. Las personas con diabetes también tienen tendencia a desarrollar cataratas cuando son más jóvenes y la evolución de la enfermedad es más rápida. Cuando una persona padece de cataratas, el cristalino transparente del ojo se opaca, lo cual impide el paso de la luz.
Para poder sobrellevar un caso de cataratas leve, quizás deba usar lentes para el sol con mayor frecuencia y agregar a sus anteojos lentes con control de brillo. Para los casos de cataratas que interfieren en gran medida con la visión, con frecuencia los médicos extraen el cristalino del ojo. A veces, se somete al paciente a un trasplante de cristalino. En los casos de personas con diabetes, la retinopatía puede empeorar después de la extracción del cristalino y es posible que comience a desarrollarse glaucoma.

Retinopatía 

La retinopatía diabética es un término general que se utiliza para todos los casos de afecciones de la retina provocadas por la diabetes. Existen dos clases principales de retinopatía: no proliferativa y proliferativa.
La retinopatía no proliferativa es la forma leve y común. Por lo general, no produce efecto alguno sobre la visión y no requiere tratamiento. Pero una vez diagnosticada, debe controlarse con un oftalmólogo por lo menos una vez al año para asegurarse de que no empeora. En la retinopatía no proliferativa, los capilares se hinchan y forman bolsas. Si bien por lo general la retinopatía no produce pérdida de visión alguna en esta etapa, es posible que las paredes de los capilares pierdan la capacidad de controlar el pasaje de sustancias entre la sangre y la retina. Como resultado de ello, la retina se inflama y se forman capas adiposas en el interior de la retina. Si esa inflamación afecta el centro de la retina, el problema se denomina edema macular y, por consiguiente, puede haber pérdida de la visión.
En algunas personas, la retinopatía evoluciona después de algunos años y se transforma en una afección más seria denominada retinopatía proliferativa. En esa forma de retinopatía, los vasos sanguíneos están tan dañados que se cierran. Por ende, comienzan a formarse nuevos vasos sanguíneos en la retina. Esos nuevos vasos son débiles y pueden perder sangre, lo que impide la visión. Esa afección se denomina hemorragia vítrea. Los nuevos vasos sanguíneos también pueden provocar el crecimiento de tejido dañado. Cuando el tejido dañado se encoge, puede deformar la retina o sacarla de su lugar. Esta alteración se llama desprendimiento de la retina.
La retina puede estar seriamente dañada antes de que una persona siquiera note un cambio en la visión. La mayoría de las personas con retinopatía no proliferativa no presentan síntoma alguno. Incluso en el caso de la retinopatía proliferativa, que es la forma más peligrosa, a veces las personas no presentan síntomas hasta que es demasiado tarde para realizar un tratamiento. Por esa razón, es importante que un oftalmólogo examine sus ojos periódicamente.
Hay varios factores que influyen en la posible manifestación de la retinopatía: el control del nivel de azúcar en la sangre, los niveles de presión arterial, el tiempo que lleva con diabetes y los genes.
El tiempo de duración de la diabetes es directamente proporcional a las probabilidades de padecer retinopatía. Prácticamente todas las personas que padecen diabetes tipo 1 sufrirán en algún momento de retinopatía no proliferativa. Y la mayoría de las personas con diabetes tipo 2 también la padecerán. Pero la clase de retinopatía que destruye la visión, la retinopatía proliferativa, es mucho menos común.
Las personas que mantienen los niveles de glucemia más cerca de los parámetros normales, tienen menos probabilidades de sufrir de retinopatía o de padecer formas más leves.

Cómo tratar la retinopatía 

Se han hecho grandes avances en el tratamiento de la retinopatía diabética. Para la mayoría de las personas, existen tratamientos tales como la fotocoagulación dispersa, la fotocoagulación focal y la vitrectomía que ayudan a prevenir la ceguera. Cuanto antes se diagnostique la retinopatía, mayores son las probabilidades de que esos tratamientos sean exitosos. Los mejores resultados se obtienen cuando la visión todavía es normal.
  • En la fotocoagulación, el médico oftalmólogo, especialista en ojos, realiza quemaduras diminutas en la retina con un láser especial. Esas quemaduras sellan los vasos sanguíneos para prevenir que crezcan y pierdan sangre.
  • En la fotocoagulación dispersa (también denominada fotocoagulación panretiniana), el médico oftalmólogo, especialista en ojos, realiza cientos de quemaduras en forma de puntos uniformemente distribuidos en dos o más ocasiones. La fotocoagulación dispersa reduce el riesgo de ceguera como consecuencia de una hemorragia del vítreo o un desprendimiento de la retina, pero sólo da resultado si se realiza antes de que la hemorragia o el desprendimiento hayan evolucionado demasiado. Ese tratamiento también se utiliza para algunas clases de glaucoma.
Por lo general, los efectos secundarios de la fotocoagulación dispersa no revisten seriedad. Incluyen varios días de visión borrosa después de cada tratamiento y posible pérdida de la visión lateral (periférica).
En la fotocoagulación focal, el médico oftalmólogo -- especialista en ojos -- dirige el láser precisamente hacia los vasos sanguíneos agujereados en la mácula. Ese procedimiento no cura la visión borrosa causada por el edema macular, aunque sí contribuye a que no empeore.
La fotocoagulación no sirve si la retina ya se ha desprendido o si el ojo ya ha recibido mucha sangre de los vasos sanguíneos. La siguiente opción es la vitrectomía, que consiste en una intervención quirúrgica para eliminar tejido dañado y fluido turbio del interior del ojo. Cuanto antes se realice la operación, más posibilidades existen de tener éxito. Cuando el objetivo de la operación es quitar sangre del ojo, por lo general el resultado es satisfactorio. Volver a unir la retina al ojo es mucho más difícil y sólo se logra en la mitad de los casos aproximadamente.

FUENTE: AMERICAN DIABETES ASOCCIATION

1 comentario:

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